La Calandria, la bodega de los niños perdidos
JAVIER CONTINENTE ES EL PETER PAN DE TUDELA. EL ARTISTA CREA NUEVOS VINOS A PARTIR DE VINOS OLVIDADOS EN VIEJAS BARRICAS. Y LOS LLAMA NIÑOS PERDIDOS. ESTA ES SU HISTORIA EN FORMA DE RELATO MÁGICO
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POR DORA CANTERO
Peter Pan existe. Se llama Javier y es de Tudela. El país de Nunca jamás es un lugar indefinido, entre los límites de Aragón y Navarra. Bajo las faldas del Moncayo, está la cueva de los niños perdidos
La primera vez que ví a Jomi fue a través de una pantalla. Yo estudiaba arte dramático y entonces, como ahora, estaba fascinada por la poesía de los objetos y su potente carga de metáfora visual. Había ido a la Filmoteca de Murcia a ver el documental “Hermanos Oligor”: la insólita historia de Jomi y Senen que en el 99 se encerraron en un sótano en Valencia y crearon un universo mágico de artilugios mecánicos, títeres y autómatas. Aquello tomó forma de espectáculo y se llamó “ Las tribulaciones de Virginia”. Se estrenó en 2002 y desde entonces han girado por medio mundo.
Yo salí de la filmoteca completamente fascinada y con la certeza de que tarde o temprano nos íbamos a conocer. Ahora, tras muchos años de amistad con él, me hace especial ilusión escribir estas líneas y compartir un poco del cariño, el respeto y la admiración que le tengo.
Pero dejemos un momento a Jomi sentado en su bicicleta sirena, rodeado de burbujas de jabón.
Os voy a hablar ahora de Javier Continente. Desde el 2008 es uno de los miembros de Bodegas La Calandria junto con Remacha. Estos dos Navarricos piensan que “la vida es muy corta para beber vino malo” así que decidieron remangarse y ponerse a hacer ellos los suyos, de manera tradicional , sin herbicidas, sarmentando a mano. El resultado son unos vinos D.O Navarra, pura garnacha, que te digo yo que cuando los pruebas te tiemblan las piernas de placer. Y si mi criterio no os convence ( cosa normal porque de sommelier tengo lo mismo que de rubia) que lo hagan los premios que han recibido y el lugar que ocupa entre los Top de los vinos.
Bien. Ahora te voy a hablar de Peter Pan. Sí, el personaje de la obra de James Mathew Barrie. Un niño que no quiere crecer, que vuela como un pájaro y que vive en el País de Nunca Jamás en una cueva con un montón de niños perdidos que ha ido rescatando por las calles de Londres.
Y ahora me dirás. ¿Qué tienen que ver Jomi, Javier y Peter Pan? Pues todo. Porque son la misma persona. O el mismo personaje, si lo queréis ver así.
Los tres se han dado cita en una sola historia que ahora os contaré. Para no confundirnos, elegiremos a uno de los tres nombres. Será Javier quien nos llevará de la mano en esta aventura. Pero Peter y Jomi le siguen de cerca, en forma de sombra, como la de Peter Pan.
Os contaré la historia de cómo Javier encontró un vino en una barrica medio olvidada en una cueva destartalada. De cómo a este vino lo llamó madre, cómo hidrató la madre con otro vino igualmente viejo y cómo de ahí, nace un vino rancio absolutamente único que él ha llamado Niño perdido.
No puedo evitar pensar en Jomi metido en el sótano y en Javier en la cueva de los niños y que se me confundan los escenarios. Me veo a mí misma sentada en las gradas de los Oligor y vuelvo a tener la sensación que he tenido siempre, tanto en sus espectáculos, como con sus vinos: que el tiempo se detiene.
Por eso no voy a escribir un artículo convencional, sobre un vino que no lo es, como no es nada de lo que hace Javier, o Jomi o Peter.
Os contaré la historia que él me ha contado en largas conversaciones y os lo resumiré en escenas. Por una parte porque nos une el teatro visual y es el lenguaje con el que estoy más familiarizada pero sobre todo, porque el escenario y la tierra, las historias y el vino, son lo mismo: son vida. Y la vida es espectáculo.
ESCENA 1: EN BUSCA DEL ELIXIR DE MEMORIA PERDIDO
Suena la canción “Aún queda un sitio” de Barricada.
La música sale de una furgoneta amarilla que acaba de aparcar en un poblado de la Laponia aragonesa, que recuerda a Hobbiton.
De la furgoneta baja Javier. Tiene tres sombras: la suya, que tiene color vino tinto, la de un niño ( Peter Pan) y otra muy parecida a la primera pero de distinto color ( la de Jomi).
Mira a su alrededor con una mirada que ve más allá de lo evidente, como si tuviera rayos x en los ojos , como la mirada de Indiana Jones en el desierto. Pero no busca el arca perdida, sino un niño y para ello, tiene que empezar por encontrar a la madre.
ESCENA 2. CÓMO RESCATAR A UNA MADRE
Cueva de los niños perdidos.
Eladio, un chamán aragonés, le espera.
Javier y Eladio se saludan a la manera aragonesa.
Eladio: Qué haces pues Amante.
Javier: Pues ando buscando un niño perdido
Eladio: Ala pasa! Aquí guardo a una madre.
Eladio cuida de una madre muy antigua que aún conserva su vientre vivo, aunque con un pie ya cerca del olvido. La madre es de madera de cerezo y desprende ese olor de uva, dulzón, como la leche materna.
Con el permiso del chamán, Javier se acerca a la bella durmiente, la madre dormida durante cien años y como una comadrona que examina el vientre de la embarazada, abre el tapón del barril, ese ombligo ancestral y deja que la memoria le invada la nariz.
Javier: mirando el público. El agua es memoria, es como una emulsión, en esas “bayas de color púrpura” se imprimen las estrellas, las noches frías, las cálidas, el zorro que pasó por allí, el cierzo que traía el aire del romero y el tomillo...La memoria de un siglo.
Es aquí cuando el elixir de memoria se activa, la madre comienza a recordar y los niños perdidos emprenden su largo camino a casa.
Oscuro.
ESCENA 3: CÓMO RESCATAR A UN PADRE
Javier tiene la cabeza debajo del fregadero de la casa de su abuela. Saca un momento la cabeza y habla al público:
Javier: Mi padre dice que aquí hay hay vinos que él hacía con sus amigos antes de casarse. Añadas de los años sesenta. Garnacha de la zona de aquel entonces. Yo pensaba que los tesoros se encontraban bajo el mar, pero ahora sé que pueden estar debajo del fregadero.
Javier desaparece por la puerta del armario bajo el fregadero, seguido de sus tres sombras.
Todos llevamos dentro un niño perdido. El suyo se acaba de encontrar.
Oscuro
ESCENA 4: CÓMO RESCATAR A UN NIÑO PERDIDO
Volvemos a la cueva de Eladio.
Javier tiene la botella de su padre en la mano y la va vertiendo suavemente en el vientre de la madre dormida.
Asistimos a un momento íntimo: La ceremonia en la que dos organismos vivos, antiguos, llenos de memoria, se encuentran y se fusionan. Él hidrata las paredes de su vientre de cerezo, seco por los años y ella, le inunda de su saber ancestral y su memoria de tiempo.
Y los dejan, a solas, en las caricias y los abrazos del encuentro, conociéndose y reconociéndose. Viejos y a la vez, rejuvenecidos. Tienen mucho que contarse esta madre y este padre.
Los niños perdidos ya están de camino.
ESCENA 5: LA CRIANZA
Javier y Remacha, están en las bodegas La Calandria, el patio donde salen a jugar los niños perdidos cuando ya están listos para salir volando. Porque como Peter Pan, Javier sabe que los niños, antes de nacer, son pájaros, pequeñas Calandrias que nunca pierden sus alas.
Los preparan en esta pista de despegue, los visten de etiqueta, les dan un beso antes de despedirse y unos consejos:
Javier: Hablando con las pequeñas botellas de edición limitada. Procurad ofrecer buenos sueños a quienes os beban, no dejéis que os acompañen con comida. Si alguien os llama rancios de manera despectiva, no hagáis caso: no tienen ni idea. Reivindicar vuestro espacio, el silencio y la soledad. Lo tenéis todo para dar vida, porque sois memoria. Y ahora, portaos bien y no os rompais.
Javier y Remacha ven cómo sus niños salen volando.
ESCENA 6: LA CUEVA DE LOS NIÑOS PERDIDOS...Y LAS MADRES ENCONTRADAS.
En la cueva, Eladio, Tío Luis, Crescencio, Eustaquia y Cándida, chamanes y chamanas de la zona.
También están Remacha y Shaday, que acompaña a Javier en su pasión por recuperar la memoria de las cosas, muy amiga de la sombra Jomi y muy admirada por la sombra Peter a quien le recuerda a su querida campanilla, objeto de estudio de la Microscopía.
Javier abre una botella de Tierga y todos brindan por los niños rescatados. Hablan en susurros para no molestar a las cinco madres que están gestando los próximos Niños perdidos.
Se sientan en las gradas en las que a veces, invitan a un público a escuchar historias.
Javier , bajo una lámpara que ilumina sus tres sombras, recita su manifiesto del Niño perdido:
Somos niños perdidos
Somos el metro cuadrado de tierra
Donde se registran las noches y los días.
Somos todas las generaciones de uvas que brotan de la piel seca,
Las cepas desaparecidas, de abuelos desaparecidos,
El cierzo helado y el silencio de las chicharras.
Somos cascajo, somos tosquilla y somos arena.
Tesoros escondidos de padres que un día
Fueron también niños perdidos.
En la oscuridad del interior de la madera
Somos materia en calma que mengua, se evapora y se concentra.
Somos el ritmo del tiempo geológico.
La resistencia de las madres al rincón, al polvo y al olvido.
Niños perdidos que atraviesan las eras en busca de las madres que nos sobrevivirán.
Esperamos ese momento bajo los escombros, restos de todo lo que un día
estuvo a nuestro lado.
Venimos a despertar lo que el cuerpo sabe
Y no recuerda.
ELADIO: Enjugándose las lágrimas. M’has emocionao, maño.
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